Antes del programa, nuestro equipo directivo tomaba decisiones de inversión basándose principalmente en intuición y experiencia previa. Teníamos buena rentabilidad, pero no entendíamos completamente los riesgos que asumíamos en cada proyecto.

Nuestra empresa familiar llevaba tres generaciones funcionando con métodos tradicionales de control financiero. El crecimiento nos obligó a profesionalizar estos procesos, pero no sabíamos por dónde empezar sin perder la esencia familiar.

Como empresa tecnológica, dominábamos el aspecto técnico pero la gestión financiera era nuestra asignatura pendiente. Los márgenes se nos escapaban y no teníamos control real sobre la rentabilidad por proyecto cliente.